Las cubiertas vegetales son una herramienta más para los productores; con ellas se puede mejorar la estructura del suelo, fijar nitrógeno atmosférico, atraer a insectos beneficios, mejorar la polinización, etc.
Las mezclas más habituales para proporcionar materia orgánica y nitrógeno al suelo están constituidas por gramíneas y leguminosas en proporción 80-20. Se consideran abonos verdes por la cantidad de biomasa que producen en breves periodos de tiempos y el nitrógeno que aportan gracias a las leguminosas y la simbiosis con bacterias del género Rhizobium.
En ocasiones se siembran mezclas de plantas que producen muchas flores entre líneas de cultivos o en los márgenes. Se escogen mezclas de especies con floraciones escalonadas para atraer y servir de refugio a polinizadores y otros insectos beneficiosos. Estas estructuras de biodiversidad en forma de bandas florales tienen efectos positivos en la polinización y en la supervivencia de colonias de enemigos naturales de ciertas plagas.
Algunas especies como las crucíferas (o brásicas) se utilizan como biocidas para reducir las poblaciones de ciertos nemátodos, hongos y bacterias de suelo, e incluso impedir la germinación de ciertas plantas adventicias. Uno de los mecanismos, conocido como biofumigación, se produce por la producción de sustancias tóxicas generadas en la descomposición de estas plantas.